Sobre esta base, la formación que brinda la Universidad, en sus distintas carreras debe
corresponderse con las exigencias sociales del contexto. Esto, debe corresponderse con las
necesidades que impone la sociedad a la formación de un profesional determinado y a las
transformaciones socioeconómicas y científicas en el campo de su desempeño.
De ahí que, estas exigencias son esenciales en las carreras pedagógicas al ocuparse de
desarrollar una esfera específica de la ciencia. Asimismo, tienen como misión fundamental
preparar el personal especializado en su enseñanza. Lo anterior, contribuye a priorizar los
contenidos psico-pedagógicos, en un proceso donde las prácticas preprofesionales son
fundamentales. Para ello, la integración, el modo de actuar, las competencias, valores y
convicciones deben ser intrínseco del proceso de formación integral. De manera que, en
estos profesionales en formación se encuentra el futuro del desarrollo sostenible del país.
En consonancia con ello, los futuros profesionales en el campo de la Educación, deben
dominar los principios de la formación en Ciencias de la Educación. Además, de los nuevos
enfoques y horizontes epistemológicos ligados a la interdisciplinariedad, la innovación
tecnológica, la interculturalidad y la ecología de saberes. Por tanto, estos contenidos y su
aplicación en la práctica tipifican el currículo de las carreras de la Facultad de Ciencias de la
Educación y sus procesos pedagógicos. Estos, deben estar organizados como sistema y
concretarse en la práctica preprofesional integradora, en consonancia con Álvarez (1997).
En este sentido, se comprende por formación integral la que conduce a un desempeño
competente, transformador, ético y colaborativo. Esta, se sustenta en el dominio del
conocimiento científico-investigativo propio de la especialidad universitaria, de acuerdo con
Sánchez (2013). En el caso de las carreras de Educación se sustenta en un pensamiento
creativo, innovador y de impacto sostenible en la sociedad. De manera que, se atiende
desde un enfoque ético, transformador y colaborativo, cuyo centro sea lo científico-
tecnológico desde la dialéctica. Asimismo, la solidaridad con los demás seres humanos, la
sensibilidad cultural y profesional, social, política, económica, cultural y medioambiental de
los estudiantes. Por tanto, contribuye a la transformación del profesional que la sociedad
necesita. Sobre esta base, la universidad se convierte en el mayor centro formador para
contribuir al desarrollo sostenible del país.
Al respecto, se comprende por desempeño profesional el sistema de competencias,
valores y convicciones, que debe desarrollar el estudiante para lograr un desempeño
competente, transformador, ético y colaborativo, según Pérez (2014) y Rey (2014). Lo
anterior, en correspondencia con las exigencias propias de la profesión en relación con
el contexto o los contextos de actuación para un desarrollo sostenible del país.
De esta manera, el profesional de las carreras de educación en su desempeño utiliza
los avances pedagógicos científicos y tecnológicos pertinentes a su campo de acción.
Para ello, el desarrollo de valores, una sólida base ética y profesional permite ser actor
protagónico proactivo en los ámbitos local, provincial y nacional. De manera que, se
relaciona el conocimiento y las competencias con los diferentes niveles educativos, las
nuevas tecnologías y los mejores valores socioculturales de la humanidad y de la
nación, en consonancia con los estudios de Pérez (2014) y Rey (2014). Lo anterior,
contribuye al proceso formativo mediante la aplicación de metodologías innovadoras y
tecnociencias pertinentes a las necesidades del contexto.