ideas con la pretensión de influir en ella, con lo cual obtiene determinado estatus de
autoridad y prestigio ante los demás miembros de la sociedad. Se puede concebir,
también, como creador o mediador, puesto que interviene en el mundo de la cultura, la
política, el arte, el derecho, con valoraciones novedosas acerca del contexto que lo rodea,
así como con una obra que consolida su pensamiento, ideología y valores.
A lo largo de la historia de la humanidad se destacan numerosos intelectuales por aportar
sus ideas y obras al mundo de la cultura, la literatura o la ciencia. El pensamiento
intelectual es considerado superior, ya que la resolución se logra sin mantener contacto
con alguna materia. En este sentido, se sostiene que los intelectuales tienen el deber
moral de fomentar la reflexión crítica en los hombres.
En los últimos años, adquiere especial protagonismo lo que se conoce como registro de
la propiedad intelectual. Se trata de una institución en la que los autores, editores o
traductores de cualquier tipo de obra artística, literaria o científica, registran sus trabajos
con el objetivo de velar por los derechos que tienen al respecto.
En consonancia con ello, las habilidades intelectuales se refieren a las diferentes
cualidades de la personalidad que constituyen la premisa para la ejecución de una
actividad con éxito. Según Priestley: “El término habilidad se refiere a una conducta o
función individual, ya sea en lo intelectual, en lo social, en lo físico o en lo académico,
que puede constituir una destreza única, o bien, formar parte de un conjunto más amplio
de facultades especiales o de conductas (1999, p. 82).
A su vez, Valdovinos expone que “… las habilidades intelectuales se refieren a que la
persona posee los conocimientos para llevar a cabo determinada tarea de manera
eficiente. Acciones como identificar, observar, recordar, clasificar, analizar, sintetizar y
resumir, son formas donde se pone en juego nuestra habilidad intelectual” (2015, p. 2).
Más adelante, el autor antes citado plantea lo siguiente:
Las habilidades intelectuales son necesarias para que el alumno universitario ponga en
marcha eficazmente todas las actividades relacionadas con su profesión. Estas
habilidades no son exclusivas de una profesión, se necesitan y se desarrollan en todas
las áreas del conocimiento. Si bien es cierto que todos los alumnos universitarios poseen
habilidades intelectuales, no todos las poseen en el mismo nivel de desarrollo requerido
para el ejercicio de sus profesiones. Puede ser que en algunas profesiones se requiera
un mayor desarrollo de ciertas habilidades en comparación con otras, pero no por eso se
puede justificar la exclusión o subestimación de las otras. (Ibídem, p. 8)
La idea anterior pone de manifiesto la importancia de que los profesionales en formación
desarrollen las habilidades intelectuales de forma íntegra, puesto que son indispensables
no solo para el ejercicio de su profesión sino también para la vida en sociedad. Ello es
uno de los requerimientos esenciales de la formación por competencias, ese saber ser y
hacer en todos las situaciones y contextos en las que se encuentre el individuo.
Por consiguiente, los autores del presente artículo definen como capacidad intelectual
poseer una capacidad general y un conjunto de capacidades específicas que intervienen
en la ejecución de tareas. Este es un término esencial en la formación de competencias
en el ámbito educativo actual.