Transmutando la Inercia Pedagógica: Aprendizaje Activo en la Enseñanza de la física
Daniel Alejandro Valderrama
Lorena María González Pardo
Volumen: 16
Número: 4
Año: 2024
Recepción: 06/06/2024 Aprobado: 06/09/2024
Artículo de revisión
et al., 2022). Esta idea sembró la semilla para futuras teorías del aprendizaje
experiencial, situacional y constructivista, las cuales sostienen que el conocimiento se
construye mejor cuando es relevante para el contexto del estudiante y cuando se anima
al estudiante a involucrarse activamente en la creación de su aprendizaje.
En el siglo XX, las teorías del aprendizaje activo se expandieron con las contribuciones
de educadores y psicólogos como Jean Piaget y Lev Vygotsky, quienes introdujeron
conceptos de desarrollo cognitivo y aprendizaje social. Piaget enfatizó la importancia de
la interacción del estudiante con su entorno para la construcción del conocimiento,
mientras que Vygotsky destacó el papel de la cultura y la interacción social en el
aprendizaje (Téllez et al., 2007). Estos enfoques destacaron la necesidad de un
aprendizaje activo y colaborativo, donde los estudiantes no solo adquieren
conocimiento de manera pasiva, sino que lo construyen activamente a través de la
experimentación, el diálogo y la colaboración con sus pares.
En las últimas décadas, la evolución epistemológica del aprendizaje activo ha
incorporado la influencia de la tecnología y la neurociencia educativa. Las TIC han
facilitado entornos de aprendizaje más interactivos y personalizados, promoviendo
metodologías como el aprendizaje invertido (flipped classroom), donde los alumnos
estudian el contenido por su cuenta y usan el tiempo de clase para actividades
prácticas y de profundización. La neurociencia, por su parte, ha aportado evidencia
sobre cómo el cerebro aprende mejor cuando los estudiantes están comprometidos
activamente, reforzando la idea de que el aprendizaje activo no solo mejora la retención
del conocimiento, sino que también desarrolla habilidades críticas de pensamiento y
resolución de problemas, preparando a los estudiantes para desafíos futuros en un
mundo en constante cambio (Espejo Leupin, 2016).
Desde estas perspectivas, el aprendizaje activo, posee un potencial dinamizador de la
física que va más allá del contexto del aula de clase, ya que se ha manifestado como
un enfoque pedagógico esencial para la asimilación efectiva de conceptos y principios
científicos (Barbosa, 2008). Los estudiantes se convierten en agentes principales de su
aprendizaje a través de actividades que fomentan la exploración, la experimentación y
el razonamiento crítico, tales como la resolución colaborativa de problemas y la
realización de experimentos que ilustran fenómenos físicos.
De esta manera, la práctica de la física, intrínsecamente vinculada al método científico,
se beneficia del aprendizaje activo, permitiendo a los estudiantes no solo observar los
fenómenos sino también formular hipótesis, realizar mediciones, análisis de datos, y
sacar conclusiones basadas en evidencia experimental (Maina, 2020). Este enfoque es
reforzado mediante el uso de tecnologías de la información y la comunicación, que
posibilitan la simulación de escenarios complejos y la visualización de conceptos
abstractos, así como el acceso a plataformas colaborativas para el intercambio de
información y discusión científica (Maina, 2020; Salica, 2021).
Además, el aprendizaje activo en la física incluye la aplicación de conceptos a
situaciones reales, incrementando así la relevancia de la materia para los estudiantes.
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