Las tradiciones locales y la identidad en la Empresa Pecuaria Managuaco. Sancti Spíritus
Leanni Fleites Rodríguez
Roberto Garcés-González
Sinaí Boffill-Vega
Volumen: 17
Número: Especial 2
Año: 2025
Recepción: 28/02/2024
Aprobado: 18/07/2024
Artículo de revisión
fundamenta en esas relaciones comunitarias, para lo cual hay que asumir que
“comunidad es un grupo social donde transcurren procesos de cooperación y
participación en torno a un proyecto colectivo” (Alonso, 2009, p. 6). Esta definición
contribuye a desmontar una racionalidad que convierte en objeto al verdadero sujeto de
la transformación comunitaria.
La comunidad “no es una relación que da forma al ser, sino el ser mismo como relación”
(Espósito, 2012, p. 35). Esta aseveración contribuye a esclarecer la esencialidad
sociocultural de la comunidad a través de la captación de sus complejidades, porque la
cultura, como concepto integrador incluye la acción colectiva como expresión identitaria
del grupo social; por tanto, lo comunitario no depende de un lugar específico, sino de la
interacción entre los sujetos, en tanto actores sociales que comparten ese espacio.
Es necesario, en tal caso, la creación de espacios de concertación comunitaria que
permita que ese capital social, contenido en el ejercicio simétrico de esos vínculos
intersubjetivos, se exprese localmente, porque cada localidad tiene particularidades
específicas, es decir, su cultura, idiosincrasia, estilos de vida, estilos de dirección, entre
otros. Son diferentes y esto repercute en cualquier proceso de auto reconocimiento
comunitario o sentido de pertenencia.
Para ello tienen un gran significado los espacios de participación y su calidad, es decir
una participación que se caracterice por tener una comunicación horizontal, directa y
equitativa (Garcés y Riera, 2014). La participación, según Sigalat y Simó (2018), hay
que asumirla como un proceso que para ser efectivo, ha de cumplir con tres requisitos;
en primer lugar, la participación requiere que los ciudadanos quieran participar, que
tengan una motivación, que de no existir, ha de ser promovida desde los poderes
públicos; en segundo lugar, las personas han de saber participar, es decir, han de tener
la información y la formación necesaria para hacerla efectiva; finalmente es necesario
que los ciudadanos puedan participar y que existan los canales, a través de los cuales
puedan participar en los asuntos públicos de interés general.
Tal como agregan después Sigalat y Simó (2018), es esencial repensar el proceso de
participación a nivel local construyendo ciudadanía activa, crítica, responsable,
cooperativa y propositiva. Es necesario rehumanizar en las empresas ganaderas ese
proceso, generando espacios de análisis, debate y convivencia, de creación de cultura
ciudadana, responsable y colaboradora, donde lo esencial sean las relaciones en
condiciones de simetría. Por ello es que Núñez (2018), plantea como una necesidad
apremiante impulsar
[…] la participación social, el protagonismo de las personas en la definición de las
políticas locales. Hay que promover mecanismos participativos para la definición de la
agenda social y de desarrollo del territorio. Las personas no pueden ser vistas como
pacientes a los cuales se les facilitan bienes y servicios. Las personas son los agentes
del desarrollo, (…) Ello exige que las personas estén informadas y reciban de los
cuadros dirigentes información veraz y oportuna. En el socialismo esto es especialmente
relevante. (p. 121)
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