Martí sobre la raza y el racismo. Apuntes reflexivos  
Ariagna Alamo Vega  
Jessica Mackenzie Cabrera  
María de los Ángeles Ávila Alamo  
Volumen: 15  
Recepción: 21//03/2022  
Número: 2  
Aprobado: 19/09/2022  
Martí sobre la raza y el racismo. Apuntes reflexivos  
Martí on race and racism. Reflective notes  
María de los Ángeles Ávila Alamo3 (ariagnaav@ult.edu.cu) (https://orcid.org/0000-0002-  
Resumen  
A lo largo del proceso revolucionario cubano estrechamente ligado al de formación y  
desarrollo de la nacionalidad y la nación, el tema de la raza y la discriminación racial ha  
suscitado particular interés. Este artículo tiene como objetivo valorar el tema de la raza  
y el racismo, a través del pensamiento del Maestro y apuntes que han surgido a lo largo  
de la historia revolucionaria en nuestro país. Los principales métodos utilizados son: las  
reflexiones teóricas, revisión documental para lograr un clima de responsabilidad  
individual y social, cuya connotación ética, efectiva, jurídica y política contribuyeran en  
la existencia y desarrollo de la nación cubana.  
Palabras claves: raza, racismo, discriminación, ideario martiano.  
Abstract  
Throughout the Cuban revolutionary process, an issue closely linked to the process of  
formation and development of the nationality and the nation, the issue of race and racial  
discrimination has aroused particular interest. The investigation: Martí on race and  
racism. Reflective Notes for the Revolution, aims to assess these two important issues  
through the thought of the Master and notes that have emerged throughout the  
revolutionary history in our country. The main methods used are theoretical reflections,  
documentary review to achieve a climate on our individual and social responsibility and  
whose ethical, effective, legal and political connotation for the existence and  
development of the Cuban nation.  
Key words: race, racism, discrimination, martiana ideology.  
Preámbulo del pensamiento martiano sobre raza y racismo  
1
Máster en Desarrollo Cultural Comunitario. Licenciada en Educación. Especialidad Español-Literatura.  
Especialista en Cultura Cubana y en Literatura Infantil y Juvenil. Profesora Auxiliar de la Universidad de Las Tunas.  
Cuba.  
2 Estudiante de tercer año de la carrera Medicina. Universidad de Ciencias Médicas de Las Tunas. Cuba.  
3 Estudiante de tercer año de la carrera Español-Literatura. Universidad de Las Tunas. Cuba.  
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Penetrar en las esencias del racismo exige tener siempre presente la más pulcra  
objetividad, apartarse de prejuicios, omisiones, reservas y excesos que puedan  
erosionar el clima de comunicación necesario para su superación o que puedan servir a  
intereses segregacionistas, construidos generalmente en otras latitudes. El 22 de marzo  
de 1959, Fidel Castro identificó el problema del racismo como una de las tareas más  
difíciles que debía enfrentar la Revolución en su empeño por construir una sociedad  
más justa y dignificadora. Medio siglo después esta problemática continúa siendo un  
tema no superado por la revolución. La sociedad cubana no es una sociedad racista,  
pero es un fenómeno existente aun en la misma.  
La ciencia ha demostrado de manera fehaciente la igualdad real de todos los seres  
humanos y, por tanto, la inconveniencia de la utilización del término raza como  
categoría científica, al igual que otros conceptos relacionados con el ejercicio del poder,  
el concepto de raza se revela como una creación puramente cultural, ideológica; o sea,  
como una concepción del mundo que intenta legitimar un sistema de intereses donde  
los más flagrantes desigualdades se encuentran a salvo; en este caso, atendiendo a  
ciertas características fenotípicas como el color de la piel, la textura del cabello, la  
forma de la nariz, de los labios.  
Se trata, por tanto, no de algo inherente a la naturaleza humana, sino de una creación  
absurda e irracional. De acuerdo con la teoría marxista de la enajenación, han de existir  
dos condiciones básicas para que surja y se desarrolle el racismo: el proceso de ruptura  
violenta de la unidad originaria, orgánica que existía entre los miembros de la especie  
humana, ruptura que forma dos grupos: por un lado, los de un color de la piel, y por el  
otro, el resto de los individuos expropiados de su status de seres humanos plenos e  
iguales. La segunda condición es la incorporación de dicha ruptura a la cultura e  
ideología de una sociedad en forma de componentes simbólicos y normativos (Morales,  
2010).  
El racismo como ningún otro fenómeno está incorporado a las condiciones de pobreza  
en las que han sido colocados determinados grupos humanos durante siglos, así como  
al tipo de pensamiento, prejuicios y conductas que han emanado de dicha situación.  
Sus manifestaciones, como regla, desbordan el marco de las relaciones interpersonales  
y familiares para hacerse patentes en todas las esferas de la sociedad.  
José Julián Martí y Pérez fue desde su infancia, por su condición de pobre, en una  
tierra donde los nativos no eran los dueños de su destino, tratado con las mayores  
humillaciones en el cautiverio, siendo un adolescente. Particular atención le prestó al  
tema de las razas y la discriminación como parte de su pensamiento ético y universal.  
El presente artículo tiene como objetivo valorar estos dos temas de importancia a través  
del pensamiento del Maestro y apuntes que han surgido a lo largo de la historia  
revolucionaria en nuestro país.  
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Ideas martianas acerca de las razas y el racismo  
Volved, volved por vuestra honra: arrancad los grillos a los ancianos, a los idiotas, a los  
niños, arrancad el palo al miserable apaleador; arrancad vuestra vergüenza al que se  
embriaga insensato en brazos de la venganza y se olvida de Dios. Borrad, arrancad todo  
esto, y haréis olvidar algunos de sus días más amargos al que ni al golpe del látigo ni a  
la voz del insulto, ni al rumor de sus cadenas, ha aprendido aun a odiar. (Martí, 1972b,  
pp. 45-46).  
La grandeza de Martí tiene un eje: la unidad. Trató de unir a todos para su guerra  
necesaria, y en ese todo único había que limar, las asperezas de las razas. No es  
menos cierto que en la etapa del reposo turbulento, de la preparación concreta,  
ecuánime y ferviente de la otra guerra; fuere donde con mayor nitidez se encontró para  
apreciar el enfoque unitario del Maestro con rallón a la raza. Presente está en su obra  
unificadora: “Con todos y para el bien de todos, “Pobres y ricos”, “Mi raza”, “Sobre  
negros y blancos”, en los discursos por el 10 de octubre y en la verdad sobre los EUA.  
La cosmovisión martiana acerca de la raza es superior, es antecedente, latente en la  
planificación y para la posteridad de la guerra que el mismo preparó, esta idea  
convertida en convicción, la puso en interés de la preparación de la contienda  
“generosa.”  
Es a la gloria de nuestra guerra. El esclavo salió amigo, salió hermano de su amo; no se  
olvidan los que se han visto cara a cara ante la muerte… Nuestro pobre ha crecido…  
nuestro rico ha purgado en el sacrificio y el trabajo la fuente tal vez criminal de su  
fortuna. (Martí, 1972b, p. 296)  
“En Cuba no habrá guerra de razas (…) En Cuba hay mucha grandeza, en negros y  
blancos” (Martí, 1972b, p. 456).  
Aunque en la primera línea Martí deja implícito que acepta la existencia de más de una  
raza, los argumentos siguientes la desvanecen, y una idea como la escrita casi un año  
después lo declara:  
No hay razas: no hay más que modificaciones diversas del hombre, en los detalles de  
hábitos y formas que no les cambien lo idéntico y lo esencial, según las condiciones de  
clima e historia en que viva (…) de virtudes y defectos son capaces por igual latinos y  
sajones. (Martí, 1972b, p. 457)  
La primera de estas tres citas aparece en el periódico Patria, New York, el 14 de marzo  
de 1893, la segunda aparece en el mismo órgano el 16 de abril de 1893, y la tercera ya  
cumplido un año de labor ideológica en función del PRC; el 23 de marzo de 1894. Es  
decir, las tres en plena preparación de la contienda del reclamo de los cubanos. Hoy la  
ciencia le ha dado la razón a Martí.  
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Su respeto para con el ser humano como única raza estuvo presente en todo el  
desarrollo y forja de su obra. Nos dejó un manantial inagotable de amor, independiente  
de los rasgos físicos de uno y otro. Aceptó la teoría de Darwin que apareció en el origen  
de las especies, asimiló el origen común de todos los hombres y lo ubicó en la cima del  
desarrollo de la naturaleza al catalogarlo de “magnífico”. En este mismo trabajo,  
haciendo una valoración de Darwin escribió:  
Recordaba, más con desdén de inglés que con perspicacia de penetrador, al bárbaro  
fueguino, al africano rudo, al ágil zelandés, al hombre nuevo de la isla del Pacífico, y  
como no ve el ser humano al que tiene de compuesto, ni pone mientes cabales en que  
importa tanto saber de dónde viene el efecto que lo agita y el juicio que lo dirige, como  
las duelas de su pecho o las murallas de su cráneo, dio en pensar que había poco del  
fueguino a los simios, y no más del simio al fueguino que de este a él. (Martí, 1972b, p.  
120)  
Persisten aun otras clasificaciones de las mal llamadas razas, entre las que se  
encuentran los indios y los amarillos del Asia. En fecha tan temprana, como el 22 de  
abril de 1877, cuando aún no ha concluido la primera guerra y el joven culto de 24 años,  
pensaba ayudar a su patria siendo un cronista de la misma, sin pensar aun que sería el  
artífice de la guerra futura, publicó en El Progreso, de Guatemala, “Los Códigos  
nuevos”, artículo que inició con un sincero reconocimiento a la civilización aborigen  
americana, truncada por la llegada de los europeos.  
Interrumpida por la conquista de la obra natural y majestuosa de la civilización  
americana, se creó con el advenimiento de los europeos un pueblo extraño, no español,  
porque la savia nueva rechaza al cuerpo viejo; no indígena, porque se ha sufrido la  
injerencia de una civilización devastadora, dos palabras que siendo un antagonismo,  
constituyen un procesos; se creó un pueblo mestizo en la forma, que con reconquista de  
su libertad, desenvuelve y restaura su alma propia. (Martí, 1972, p. 210)  
Estas ideas que matizan con mayor claridad la concepción de Martí en relación con la  
raza, superan los marcos de la Revolución del 95, puesto que la anteceden, la  
acompañan en sus planes y nos llegan hoy como legado puro para con todos los  
hombres, no solo los negros y los bancos.  
Existe otro campo del ideario martiano que nos permite posarnos en la verdadera raíz  
sentimental de este asunto; precisamente cuando el Maestro se preguntó: ¿Qué  
enseñar a los niños? ¿Qué mensaje nítido y lleno de ternura se les puede dar como  
tesoro? Fue en La Edad de Oro donde regaló: Un paseo por la tierra de los anamitas  
donde descubre hombres, que incluso, puede que nos parezcan hermosos, pero por  
sobre todas las cosas resaltó sus virtudes de pueblo, su historia, sus problemas y  
aspiraciones de una tierra tan lejana como Asia:  
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No nos parecen de cuerpo hermoso, ni nosotros le parecemos hermosos a ellos; (…)  
ellos dicen que el hombre no necesita ser de espaldas fuertes , (…) y que la mirada no  
tiene que ser azul, (…) y que los hombres no deben llevar barbas, (…) y para qué  
necesitan tener los ojos más grandes (…) ni más juntos a la nariz (…) somos amarillos,  
chatos, canijos y feos; pero trabajamos a la vez el bronce y la seda : y cuando los  
franceses nos han venido a quitar nuestro Hanoi, nuestro Hue, nuestras ciudades de  
palacios de madera, nuestros puertos llenos de casas de bambú y de barcos de junco,  
nuestros almacenes de pescado y arroz, todavía con estos ojos de almendra, hemos  
sabido morir, miles sobre miles, para cerrarle el camino. (Martí, 1972a, p. 330)  
Es esta concepción de Martí la que le permite en la hora sublime de la Patria poder  
llamar a todos al sacrificio justo, breve, necesario y generoso. En el discurso cubano  
pronunciado en el Masonic Temple, New York el 10 de octubre de 1888 reflexionó:  
¿Le tendremos miedo al negro, al negro generoso, al hermano negro, que en los  
cubanos que murieron por él ha perdonado para siempre a los cubanos que todavía lo  
maltratan? Pues yo sé de manso de negros que están más dentro de la virtud que las de  
blanco alguno que conozco (...) Otros le temen: yo lo amo. (Martí, 1972b, p.269)  
¿Cómo entender, que cuando José Martí no contaba con todas las pruebas científicas  
que hoy demuestran la inconsistencia de la definición de razas para dividir a los  
hombres, haya sido tan preciso en sus criterios? La razón está en una escala donde él  
elevó al ser humano a la cumbre y le integró los valores de honradez, justicia,  
generosidad, y apego a la libertad, para subordinar todo lo demás en función de la  
humanidad.  
Vio la cultura como el único modo de ser libre, y el respeto a todos como el principio de la  
libertad; el respeto a la libertad de pensamiento, de religión, la capacidad de desarrollar la  
inteligencia como un derecho y deber para con la Patria. Aceptó, entendió y explicó la  
diversidad de las religiones, pero de todas encontró que enseñaban la bondad, la  
honradez y la justicia. Entendió que el mayor anhelo de los hombres es la  
libertad, y  
todo lo que los divide va en contra de la libertad. Ese respeto a la diversidad, le permitió  
llegar a la esencia del ser humano por encima de cualquier criterio que los divide. La  
unidad fue su lema y su luz. (Portuondo, 1995, p. 450)  
Breves apuntes de una reflexión  
En el caso concreto de Cuba, el racismo tiene sus raíces en el proceso de conquista y  
colonización de los pueblos de América y, concretamente, en el prisma espiritual con  
que el colonizador empezó a percibir y tratar, primero al amerindio, y luego a la  
población africana, para gobernarlos y someterlos a un sistema de esclavitud altamente  
excluyente y jerarquizado.  
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Este proceso no fue expedito, sino resistido, enfrentado por numerosas voces como la  
de Aponte, Varela y Saco, entre otros, quienes vieron en el esclavismo y la  
discriminación racial un mal abominable y una sobredosis de humillación. Un momento  
importante lo podemos ubicar en las guerras de 1868 y 1895, proceso donde negros,  
blancos y mulatos devienen sujetos históricos de la independencia y forjadores  
mancomunados de la nacionalidad y la nación cubanas.  
Con la intervención norteamericana en 1898 y el establecimiento de la seudorrepública,  
como antes, aunque con nuevos matices, el color de la piel seguirá siendo en la etapa  
neocolonial reflejo de pobreza, marginalidad y represión, afirmándose en las ideologías,  
la psicología y las prácticas cotidianas.  
El año 1959, el triunfo de la revolución cubana que, como toda obra humana, no es  
perfecta, ni infalible, pero sí humanista y dignificadora, desde los primeros momentos  
introdujo cambios sustanciales en la vida social de los cubanos, haciendo desaparecer  
y/o atenuar muchas de las condiciones que favorecían este fenómeno. Por primera vez  
en la historia del país se enlazaron derechos económicos, sociales, políticos y  
culturales, al alcance real de los sectores populares más vulnerables, compuestos, en  
su gran mayoría por negros y mestizos.  
Sobre la base étnica del pueblo cubano, se desarrolló un sostenido proceso de  
educación y aprendizaje popular masivo, cuyos efectos culturales desempeñarán un  
papel esencial en la creación de las premisas éticas necesarias para enfrentar las  
diferentes formas de discriminación humana que prevalecían en la sociedad.  
Sin embargo, la lucha contra el racismo resultó ser mucho más difícil de lo que pudo  
parecer, era un espectro de la marginalidad heredada y sus prejuicios. Hoy resulta  
evidente que no bastaba con desplegar políticas sociales igualitarias si los puntos de  
partida no eran los mismos para hacer uso de las oportunidades que la Revolución  
ofrecía a sus ciudadanos en materia de educación, empleo y promoción política, por  
solo citar algunos.  
En Cuba, de forma general, los prejuicios raciales no revisten la forma de odio al negro  
ni al blanco, los elevados niveles de mestizaje, convivencia sin distingos de en los  
barrios, colectivos de trabajo y en la inmensa mayoría da las familias cubanas, aunque  
nunca será suficiente insistir en el criterio de igualdad, entendido comunidad en la  
diversidad.  
Otra situación que vino a agravar esta problemática lo constituyó el hecho de haber  
convertido el tema racial en un tema tabú, así como la manera triunfalista en que la  
misma se abordó durante décadas. Es oportuno señalar que este tema fue abordado  
por el compañero Fidel durante la Batalla de Ideas, ocasión en que se le concedió una  
importancia estratégica a su solución y asintió que estuvo presente de manera tácita y/o  
explícita en la mayoría de las tareas que se concibieron, en particular, en las  
encaminadas a la lucha contra la marginalidad y las desigualdades sociales.  
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Hablar en Cuba de afrocubanos, además de no favorecer la unidad indispensable,  
choca con el proceso real indispensable, donde el racismo resulta ser, y no puede evitar  
ser, una antítesis de la cubanizad, como unidad monolítica, o sea, como ese ajiaco que  
Ortiz nos describiera de la siguiente manera:  
…la imagen del ajiaco criollo nos simboliza bien la formación del hombre cubano (…)  
Ante todo, una cazuela abierta, esa es Cuba, la isla, la olla puesta al fuego de los  
trópicos. Cazuela singular la de nuestra tierra, como la de nuestro ajiaco, que ha de ser  
de barro y muy abierta. Luego el fuego de llama ardiente y fuego de ascuas y lento (…)  
tal conocer en Cuba, siempre a fuego de sol. (Ortiz, 1940, p. 257)  
Y ahí van las sustancias de los más diversos géneros y procedencias. La india nos dio  
el maíz, la papa, la malanga, la yuca que lo condimentó; así era el primer ajiaco  
precolombino con carne de jutía, de iguanas, de cocodrilos de tortugas, de cobos, y  
otras alimañas de caza y pesca. Los castellanos desecharon sus carnes indias y  
pusieron las suyas, ellos trajeron las calabazas y sus nabos, las carnes frescas de res,  
los tasajos, las resinas y el lacón. Y todo ello fue a dar sustancia al nuevo ajiaco de  
Cuba.  
Con los blancos de Europa, llegaron los negros de África y esos nos aportaron guineas,  
plátanos, ñames, y su técnica cocinera. Y luego los asiáticos con sus misteriosas  
especias de oriente; y los franceses con su ponderación de sabores que amortiguó la  
causticidad del pimiento salvaje; y los angloamericanos con sus mecánicas domésticas  
que simplificaron la cocina queriendo convertir en caldera de su “estándar” el cachorro  
de tierra que nos fue dado por la naturaleza junto con el fogaje del trópico para  
calentarlo el agua de sus mares para la salpicadura del salero. Con todo ello se ha  
hecho nuestro nacional ajiaco.  
Ya el Apóstol había sentenciado que no podía haber odio por el color de la piel. Sin  
embargo, en nuestro país existen vestigios de un racismo absurdo generado por la trata  
de esclavos y un sistema ideológico que lo sustentó para intentar una suprema  
jerarquía social.  
José Martí lo expresó con profundidad ética: “…en este mundo no hay más que una  
raza inferior, la de los que consultan ante todo su propio interés, ni hay más que una  
raza superior: la de los que consultan ante todo el interés humano” (Martí, 1972a, p.  
342).  
Es necesario cubrir con un paño toda pesadilla que conlleva a una violación de los  
sentimientos en la especie humana. Proclamar la existencia de las razas es tan absurdo  
como priorizar una cultura por encima de otras. El racismo es una construcción maligna  
que no puede ser parte de la naturaleza humana y es incompatible con el socialismo.  
(Rodríguez, 2010, p. 130)  
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La política cultural cubana está dirigida a erradicar la discriminación racial y su impacto  
puede evaluado desde perspectivas tan diversas como la complacencia en un extremo  
y el enfrentamiento en otro. Pero si evitar los prejuicios a favor o en contra de la misma  
que suelen influir en quienes piensan que su aplicación sostenida durante medio siglo,  
con una amplia base legal, significó la superación de la problemática racial en Cuba.  
El cumplimiento de toda ley debe prestar atención a su letra y espíritu. No puede  
quedarse en la interpretación mecánica de su contenido. La existencia de una  
legislación contraria a la discriminación racial no es suficiente por sí misma, para  
transformar hábitos y costumbres, asociados a la vida cotidiana más que a la legislación  
oficial, por lo que fue necesario explorar otras vías que propicien una mayor  
correspondencia entre ambas dinámicas de la realidad, para lograr el difícil equilibrio  
entre lo que se establece <de iure>y lo que se asume <de facto>. (Barnet, 2019, pp.  
449-450)  
La condena a toda muestra de racismo en Cuba no se limita a enunciados políticos,  
sino que se materializa a través de un sistema de leyes, códigos y normas cuya  
máxima expresión es la Constitución de la República de Cuba, que garantiza el  
derecho de todo cubano a cubrir sus necesidades básicas de educación, salud, cultura,  
alimentación y seguridad social.  
En Cuba la problemática racial existe, como en cualquier otro país, ya que su impacto  
final depende de la idiosincrasia, nivel de escolaridad, por lo que cada vez requerirá de  
mayor atención en leyes que integren a todos los cubanos en un proyecto nacional.  
Tomando en cuenta estos factores generales, Barnet, en su libro La fuente viva,  
expuso una serie de logros y deficiencias que son resultados de la aplicación práctica  
de la política dirigida a erradicar la discriminación racial desde el triunfo de la  
Revolución hasta nuestros días:  
Logros:  
Se ha dignificado al ser humano teniendo en cuenta el pensamiento martiano  
“yo quiero que la ley primera de nuestra República sea el culto a la dignidad  
plena del hombre”.  
Un sistema de acceso real a todos los programas nacionales según el  
pensamiento martiano “Dígase hombre y ya se han dicho todos los  
derechos”.  
Se educa en el respeto a las religiones y en los cultos populares de origen  
africano “al negro (…) Otros le temen: yo lo amo.”  
Se han superado paulatinamente sentimientos y prácticas de racismo en el  
ámbito comunitario  
Deficiencias:  
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Ha sido insuficiente la aplicación práctica de la política de la dirección de la  
Revolución dirigida a erradicar la discriminación racial.  
No existe una agenda nacional que involucre a todos los factores vinculados  
de forma directa e indirecta.  
El diferendo Cuba-Estados Unidos ha contribuido al silencio sobre cuestiones  
como las relaciones interraciales que pudieran socavar la unidad del pueblo  
frente a su enemigo externo.  
El pueblo cubano es un pueblo de raíces e identidades profundas y diversas y fruto de  
un proceso de transculturación capaz de producir diversas reacciones por las diversas  
secuelas que perduran tras siglos de opresión esclavista y discriminación racial, con  
rasgos de actitudes individualistas generadas tras una sociedad esclavista,  
conformación de un sociedad antirracista, paralela a la consolidación de una sociedad  
de justicia social y , por último, integración de una vanguardia intelectual a favor de la  
dignificación del negro y el reconocimiento del gran aporte de las culturas de origen  
africano en Cuba.  
Consideraciones finales  
La lucha contra todos aquellos prejuicios que obstaculizan e impiden hermanar en la  
virtud y en la defensa de nuestra revolución a todos los cubanos resulta vital para la  
consolidación de la seguridad y defensa nacional, por cuanto concierne a nuestra  
principal reserva de espiritualidad y pensamiento: la unidad de todo el pueblo en torno a  
la revolución, a su historia y al modelo socialista que construye.  
Además del elemento normativo y la creación de las necesarias condiciones  
económicas que propicien la eliminación de las desigualdades, el asunto de la  
discriminación racial requiere de una actividad formativa educacional sistemática, que  
asegure la comprensión consciente de este fenómeno desde edades tempranas, lo que  
ha de suponer, al mismo tiempo, el rescate del pensamiento revolucionario y  
antirracista de Agramonte, Martí, Maceo, Guillén, Che, y Fidel, entre otros más. Resulta  
importante para los cubanos el estudio de las ideas martianas sobre este asunto,  
insertadas todas dentro de su pensamiento ético y humanista de alcance universal, el  
cual halla un reflejo actualizado en la obra y el pensamiento del Comandante en Jefe,  
imbricado, además, en los principios que enarbola la revolución cubana y que cada vez  
más encuentran una materialización práctica que refleje la sociedad que somos y  
seremos.  
La superación constructiva y sistemática de los estereotipos y pautas discriminatorias  
que todavía se producen y reproducen en Cuba, exige que la misma se asumida como  
un fenómeno social de masas y no tanto cono un asunto de expertos, en su solución ha  
de influir la familia, el barrio, la comunidad, la escuela, las instituciones y los medios de  
comunicación.  
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Cuba encara su futuro con mucha lucidez, con una óptica crítica del pasado y con la  
convicción de que se puede transformar el futuro, toda respuesta está en la historia, las  
tradiciones, en conocer y apreciar los símbolos patrios, en toda la riqueza y diversidad  
cubana. El racismo, ese mito bárbaro, subyace en el subconsciente, y tiene que ser  
eliminado totalmente, es hijo del prejuicio del pasado, es una costra de la especie  
humana que hace daño a la sociedad cubana.  
Erradicar el sentimiento racista no es función terapéutica, es función única de todo el  
pueblo, indagar en las culturas africanas que legaron a Cuba un inmenso tesoro y así  
poder borrar el prejuicio racial.  
Referencias  
Barnet, M. (2019). La fuente viva. La Habana: Abril.  
Martí, J. J. (1972a). La Edad de Oro. La Habana: Pueblo y Educación.  
Martí, J. J. (1972b). Obras completas: epistolario y diario de campaña. La Habana:  
Pueblo y Educación.  
Morales, E. (2010). La problemática racial en Cuba. Algunos de sus desafíos. La  
Habana: José Martí.  
Ortiz, F. (1940). Contrapunteo cubano del tabaco y el azúcar. Citado en Colectivo de  
autores (2010), (Re) novando la enseñanza-aprendizaje de la lengua española y  
la literatura. La Habana: Pueblo y Educación.  
Portuondo, J. A. (1995). Martí está en todo el que lo entienda. La Habana: Pueblo y  
Educación.  
Rodríguez, D. J. (2010). La identidad como tema en la obra martiana. Una lectura  
desde la filosofía. La Habana: Ciencias Sociales.  
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