Caracterización de la violencia psicológica en niñas víctimas de delito sexual en la provincia Las
Tunas años 2018-2021
Beatriz Bornot Santiaguez
Mariolis Hernández Osorio
Darién Moisés Otero González
Volumen: 14
Número: 4
Recepción: 08/05/2022 Aprobado: 07/09/2022
Es más probable que los adolescentes abusados sexualmente, realicen actividades
delictivas, sufran trastornos de la alimentación, problemas físicos de salud, consuman
drogas, lleven a cabo más conductas suicidas y autolesivas y conductas sexuales
tempranas y de riesgo. Una de las principales secuelas que sufren las víctimas es el
síndrome de estrés postraumático, esta es una patología incapacitante que limita al
menor el desarrollo normal de su rol infantil (Vrolijk-Bosschaart, Brilleslijper-Kater,
Benninga, Lindauer, y Teeuw, 2018; Ravelo, 2017). Todas las formas de maltrato,
experiencias de abuso y abandono que sufren los niños y adolescentes, incluyendo
maltrato físico, familiar, sexual, emocional, así como el incesto, abusos en la escuela, la
intimidación, la negligencia y la exposición a la violencia doméstica, dañan los procesos
psicosociales responsables del desarrollo de un auto concepto positivo (Nicoletti,
Giacomozzi,y Cabral, 2017; Lees y Devries, 2018).
El abuso sexual en la infancia es un fenómeno invisible porque se supone que la
infancia es feliz, que la familia es protectora y que el sexo no existe en esa fase de la
vida. Sin embargo, el abuso sexual infantil puede llegar a afectar a un 15%-20% de la
población, siendo un problema social importante y que afecta a uno y otro sexo
(especialmente a niñas) (Martínez, 2016). Los menores abusados sexualmente pueden
desarrollar conductas sexuales inapropiadas tales como evitación, inhibición y
dificultades de identidad sexual o, por el contrario, hipersexualidad. Las consecuencias
de la violencia comprenden: Problemas de Salud Mental, Problemas de Salud física y
Problemas de Salud Reproductiva y Sexual, se considera que las consecuencias
psicológicas del abuso son aún más serias que los efectos físicos ya que la experiencia
abusiva destruye el amor propio y aumenta los riesgos hacia la salud mental (Galaz,
Pavez, Alvarez y Hedrera, 2019; Ocampo, Vargas, y Manrique, 2017).
Los efectos de la violencia pueden ser devastadores para la salud de la menor y para
otros aspectos de su bienestar físico y mental. Además de poder causar lesiones, la
violencia lleva a que aumente el riesgo a largo plazo de desarrollar otros problemas de
salud, como embarazos no deseados, abortos provocados, problemas ginecológicos, e
infecciones de transmisión sexual, uso indebido de drogas y alcohol, así como las
prácticas sexuales de riesgo en fases posteriores de la vida (Galaz, Pavez, Alvarez y
Hedrera, 2019; Ocampo, Vargas y Manrique, 2017). La violencia sexual se considera
que ocurre en la mayor parte de los casos dentro del hogar de la víctima, siendo el
agresor alguien cercano, sin embargo, la mayoría de las veces el delito no se denuncia,
lo que se conoce como círculo de silencio. No es fácil determinar la incidencia real de
este problema en la población porque ocurre habitualmente en un entorno privado -la
familia- y los menores pueden sentirse impotentes para revelar el abuso (Martínez,
2016).
En los casos de abuso sexual de menores, habitualmente no hay lesiones físicas ni
tampoco testigos de lo ocurrido, por lo que el único dato probatorio puede ser su
testimonio (Echeburúa, y Subijana, 2017). El origen de la revictimización institucional
tiene lugar cuando el menor encuentra, por parte de las instituciones, indiferencia,
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